"La historia es una pesadilla de la que intento despertar"
Stephen Dedalus en
"Ulises" de James Joyce
Alguien comentó en el grupo
Democracia Real Ya Ourense que era importante
recordar que nosotr@s también hemos contribuido a la situación actual al
votar a la clase política que tenemos. El comentario me parece totalmente
acertado y es el punto de partida para esta reflexión sobre la conciencia
ciudadana o la necesidad de convertirnos en ciudadan@s conscientes. Es que la
indignación contra lo que vemos en la vida política en este momento me parece
un paso importante pero que también habría que ir más allá, porque si nos
quedamos con la indignación, no llegaremos a una transformación profunda sino
sólo a un cambio superficial. Porque, a
mi entender, la indignación y el enfado con la clase política nos sitúan
en el papel de víctimas cuando en realidad donde queremos situarnos es como
protagonistas de nuestro propio destino.
En situaciones como la actual de
flujo e inestabilidad se presentan oportunidades para auténticas
transformaciones en las formas de gobierno pero también existe el riesgo de
que, desde el poder fáctico, se nos cambie el mobiliario político sin que haya
un cambio real, profundo (como cuando Mubarak se va pero le reemplaza el
ejército). El cambio superficial de mobiliario político equivale a los
momentos cuando un@ tiene problemas
emocionales que salen a flote en la vida de pareja, pero en vez de sanar los
conflictos surgidos de la propia inconsciencia, un@ piensa "Bueno, si
cambio de pareja, todo va a estar bien". Podemos pasar toda la
vida con cambios horizontales de este tipo cuando en realidad lo que nos
vendría bien sería una transformación vertical. La transformación implica que colectivamente
transformemos nuestra manera de ver el mundo y de vernos a nosotr@s mism@s en él,
implica un reconocimiento de nuestra propia inconsciencia, nuestra propia
sombra y como nos ha tenido enganchada al status
quo. Así, en vez de proyectar nuestros enfados y frustraciones hacia fuera,
hacia lo que han hecho “ellos”, reflexionamos sobre nuestras responsabilidades
políticas como colectivo ciudadano, y empezamos a “ser el cambio que queremos
ver en el mundo” (Gandhi).
¿Cómo hemos sido cómplices, como hemos
contribuido al mantenimiento del status
quo que nos ha llevado a la situación en la que estamos, al borde del
abismo económico? Para empezar, hemos participado en una visión tribal de la
política, "nosotros" contra "ellos", tanto socialistas
contra conservadores (por ejemplo), como votantes frente a políticos,
proyectando esperanzas, enfados y frustraciones en los que tienen el poder y
situándonos como impotentes. También hemos tendido a depositar todas
nuestras esperanzas en el "último modelo", el último eslogan (yes, we can ...), el último salvador,
abdicando nuestra responsabilidad en “ellos” y lo que ofrecen. Y al surgir
problemas y dificultades, hemos creído que votando a otro partido, todo se iba
a solucionar, los nuevos lo harían mejor (o sea el cambio de mobiliario
político en un mismo escenario).
También podemos reflexionar más
sobre cómo nos hemos enganchado psicológicamente al status quo socio-político. Está claro que desde los
estamentos de poder, hay una estrategia implícita a lo largo del siglo XX de
implicarnos cada vez más en una cosmovisión consumista, jugando con nuestras
tendencias inconscientes y nuestra hambre insaciable de novedades. Pero también
nosotr@s nos hemos prestado, nos prestamos a este juego, cediendo nuestro poder
político a cambio de poder adquisitivo. Por lo cual, quizás parte de esta nueva
toma de consciencia ciudadana implicaría el indagar en qué hay detrás de
nuestra “necesidad” de adquirir más bienes materiales y el precio que pagamos
al no cuestionar esta manera de actuar, esclavizándonos así a nosotr@s mism@s.
Quizás si fuéramos un poco menos consumistas (y en esto, desde luego, la crisis
nos ayuda), podríamos ser un poco más ciudadan@s.
Ahora hay un revuelo sobre si se va
a poder manifestar durante el día de reflexión o no. Pero quizás se puede sacar
provecho incluso de una prohibición, transformando las reglas del juego a favor
de l@s que queremos regenerarnos como ciudadan@s, a la vez que promover la
regeneración de la política. Quizás se trata de invocar el espíritu del 68, de
enfrentar la imaginación al poder. Si silencian las manifestaciones por el día
de reflexión ¿por qué no reflexionar colectivamente en silencio y en público,
sin pancartas, sin consignas contra nadie, sino a favor del ejercicio del voto
para regenerar la democracia? El silencio puede ser un arma poderosa, si se usa
sabiamente, como acto de reprobación no de “ellos” sino de lo que está siendo
nuestra res publica. El estar de pie delante de las instituciones
públicas que no están funcionando como quisiéramos, no para protestar contra ellos sino para (literalmente)
darles la espalda, en silencio, también puede mandar un mensaje poderoso de un
deseo de transformación. El uso de símbolos (¿el símbolo del ¡Stop!, las
manos pintadas de blanco?) o el uso de prendas de ropa de un solo color (como
el verde en las manifestaciones en Irán) también envían sin palabras un mensaje
potente.
Volviendo a la cita inicial de
Joyce, parece que algo se está desperezando en el mundo y que nos ha tocado
vivir tiempos interesantes. ¿Seremos capaces de despertarnos de la
pesadilla, aprovechar las oportunidades
que nos presenta y así disfrutar plenamente esta vida que se nos ha dado?