viernes, julio 20, 2007

Mind the gap


Cuando estábamos en Estados Unidos hace poco, Samu sacó una foto de este letrero en una estación de tren. La imagen me recuerda como en el metro de Londres, al acercarse el tren a la estación, a menudo suena una voz al interior del vagón avisando “Mind the gap” (“Ojo con el boquete”). Hace tiempo en un viaje cualquiera a Londres, escuchando ese mensaje me di cuenta de cómo desde hacía muchos años yo había estado obedeciendo a un mensaje subliminal muy parecido con respecto a mis relaciones de pareja. En efecto el mensaje que mi inconsciente me enviaba era que cuidara mucho del ‘boquete’ o de la sensación de vacío entre una relación y otra. Era como un miedo de lo que me podría subir desde esa profundidad - ¡qué demonios me esperaban allá abajo! - y ese miedo lo tapaba procurando acortar lo máximo posible el tiempo entre el final de una relación y el principio de otra. Como es fácil de imaginar, esto no favorecía la salud de mi vida afectiva o de mis relaciones pero es que tampoco me daba cuenta, y cuando es así uno es mucho más el esclavo de los impulsos que su amo.

Con el tiempo me he dado cuenta de que de lo que se trataba era de un miedo profundo al abandono, a encontrarme solo, algo de mi historia personal, de mi más temprana infancia cuando me dejaron en adopción, que me condicionaba sin que yo entendiera como. Hace unos años salí de una relación larga y tomé la decisión de estar solo durante una temporada, de experimentar y atravesar el miedo en vez de taparlo o escaparme de él, por mucho que me costase (¡y me costó!). Ahora bien, el ‘premio’ ha sido poder aceptar ese miedo profundo y empezar a escucharlo, para aprender lo que me tiene que enseñar. Al mismo tiempo, ahora escucho a otras personas que me cuentan una dinámica parecida en sus vidas y me doy cuenta de cómo ellas, lo mismo que yo, más que cambiar el comportamiento superficial, necesitan ir a la raíz de la compulsión y sanarla. Así podemos ir aprendiendo a no tener miedo del boquete sino más bien a prestar una atención de otro orden al vacío en cuyo borde nos encontramos inevitablemente como seres vivos.

domingo, julio 15, 2007

Oh sister!

Samu y yo estuvimos en Estados Unidos y Canadá durante las dos últimas semanas, fuimos a visitar mi hermana, Elaine, que vive en Washington, a otros parientes que están en Nueva York, además de una prima lejana que vive cerca de Niágara. Hicimos de todo, desde los museos de Washington hasta el barrio afroamericano, donde tocaban los grandes del jazz como Duke Ellington y Louis Armstrong, y en Nueva York el Guggenheim, el Museo de Arte Moderno, impresionantes, luego siguiendo los pasos de Dylan con sólo 50 años de retraso en Greenwich Village, y de Lennon en el Dakota y en los Strawberry Fields de Central Park. También fuimos a ver un partido de baseball, y visitamos el jardín botánico y el museo del nativo americano de Washington.



Pero al final lo que más me ha llegado ha sido disfrutar de la compañía de Elaine y su familia, sentir el afecto y la resonancia que surge entre ella y yo, todo un pequeño milagro teniendo en cuenta que sólo nos conocimos hace cuatro años cuando contacté por primera vez con mi madre biológica, Margot. Parece que a veces la sanación viene no sólo por la vía del esfuerzo, de los talleres, de la meditación, del trabajo emocional sino por los accidentes de la vida, por un ‘simple giro del destino’, en este caso más feliz que él de Dylan, de modo que el corazón se abre más no por la búsqueda sino por la serendipidad, al tropezar justo con lo que uno más necesitaba en la vida, sin siquiera darse cuenta de ello.


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