viernes, diciembre 21, 2007

“Sigue hambriento. Sigue alocado.”

Una amiga me ha recomendado estos vídeos de YouTube que son de un discurso de Steve Jobs (el hombre que fundó Apple), en un acto de graduación de la Universidad de Stanford del 12 de junio de 2005. Me habían hablado del discurso pero nunca lo había visto hasta hoy y la verdad es que me ha conmovido el espíritu de esta transmisión basada en su experiencia personal. Cuenta tres historias significativas de su vida que van desde el azar arbitrario de su adopción en una familia obrera, pasando por su decisión de abandonar los estudios universitarios a los seis meses de empezar, hasta un roce reciente con la muerte. El tenor del mensaje recuerda algunas ideas de Castaneda, las del desatino controlado, de usar la muerte como consejera y de buscar cada un* un camino con corazón. Jobs nos sugiere que no dejemos que el ruido de las opiniones de los demás ahogue nuestra propia voz interior y que tengamos el coraje de seguir a nuestro corazón y nuestra intuición. Y finalmente, como escudo contra los peligros del conformismo, aconseja: “Sigue hambriento. Sigue alocado.”

Primera parte

Segunda parte

miércoles, diciembre 12, 2007

Picos de Europa

Durante el puente fuimos unos días a los Picos de Europa a un apartamento alquilado en Cahecho. Era la primera vez que visitaba yo esta zona e hicimos unas caminatas largas a través de escenarios impresionantes. Mientras caminaba pensaba en la inmensidad de todo aquello y cómo hace falta a veces salir de las dimensiones urbanas, hechas a nuestra medida para permitirnos la ilusión del control en nuestras vidas. Después de empaparme de aquellos panoramas durante varios días, durante la meditación de la última mañana sentía que abarcaba esos espacios dentro de mí en vez de encontrarme rodeado de ellos. Se me vino a la mente el cuento del Oso de la luna creciente (de Clarissa Pinkola) que usamos en el taller de Cáceres. La protagonista tiene que subir una montaña y conseguir un pelo de la garganta del oso de la luna creciente para entregársela a una curandera que le ayudará a sanar a su marido. En el momento de su encuentro con el temible animal “por un instante, la mujer tuvo la impresión de ver cadenas enteras de montañas, valles, ríos y aldeas reflejados en los gélidos ojos del oso. Se sintió invadida por una sensación de paz e inmediatamente cesaron sus temblores.” Aunque no hubiese oso en la subida a la montaña, yo también he sentido como el encuentro con la naturaleza, junto con el ejercicio y la buena compañía, me han calmado, ayudándome a salir de la contracción del día a día para poder participar en algo más grande.



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