Vuelvo al blog después de una interrupción de varias semanas debida no sólo al periodo festivo sino también a la enfermedad. Estuve sucesivamente con síntomas de catarro, luego con gripe, luego algún tipo de gastroenteritis con vómitos y diarrea, y sobre todo durante una noche de insomnia memorable, dolor intenso en el vientre y dolores en los hombros y en las piernas que surgieron como en solidaridad con el dolor principal. Todo lo cual hizo que pasé más tiempo dentro de la cama que fuera durante más de una semana, desde navidad hasta principios de año.
Ha sido una gran oportunidad para tomar conciencia de las dinámicas del sufrimiento o por lo menos de las mías particulares. Sobre todo me he dado cuenta de cómo hay diferentes maneras de estar enfermo, do como la enfermedad le puede postrar a uno pero que uno sigue teniendo cierta elección en cuanto a como vivir la enfermedad. Para empezar, se nota claramente la relación entre lo psíquico y lo somático: si, estando físicamente enfermo, no mantengo cierto nivel de presencia, se abre una brecha para que surja la patología emocional también. Tomo conciencia de la incapacidad física (“no puedo levantarme”, “no puedo trabajar”) pero en seguida se añade insidiosamente el juicio, la auto-crítica (“lo de siempre”, “eres débil”, “no vales”), las voces sirenas de la sombra que invitan al victimismo y al abatimiento.
Otras veces creo que he vivido la enfermedad más de este modo pero esta vez he podido estar más consciente de la tentación latente de la sombra y resistirme al colapso de la atención en el dolor. Sobre todo la noche que peor lo pasé descubrí que lo único que me aliviaba algo el dolor era intentar practicar la desidentifación de modo meditativo: este dolor es mio pero yo no soy el dolor, la sensación de dolor surge pero yo no soy la sensación, tengo sentimientos de rabia, de hartazgo, pero no soy mis sentimientos – así y volviendo siempre a la respiración por momentos me calmaba.
En estos últimos días, en los que ya me siento mejor y recupero un ritmo normal de vida, me doy cuenta de varias cosas. Primero me encuentro a veces simplemente disfrutando de la sensación de salud en el cuerpo, de todo lo que normalmente doy por hecho y que ahora siento como un gran regalo instante tras instante: ¡basta que te quitan algo para que te des cuenta de lo mucho que lo apreciabas! Y también me acuerdo del hecho de que los crises, tanto físicos como emocionales, son a la vez momentos de crecimiento y de aprendizaje. Imagino que es algo así al que se refiere Eckhart Tolle cuando habla del “cuerpo del dolor” y la importancia de entrar en contacto con él y con lo que tiene que enseñar en vez de sólo medicarse para escaparse de él (¡aunque medicarse también está bien!).
La primera noble verdad del Buda es la inevitabilidad del dolor, de la enfermedad, del envejecimiento y de la muerte pero esta verdad es el punto de partida hacia las otras verdades, del camino para ir más allá de la dinámica del deseo, rechazo e ignorancia en torno a esta verdad fundamental. Como dirían los existencialistas, son los encuentros con nuestra mortalidad que nos hacen entender profundamente el sentido y el valor de nuestras vidas. Asi que deseo un año de salud integral y consciente, en cuerpo, mente y alma, para ti, para los tuyos y para todos.
Ha sido una gran oportunidad para tomar conciencia de las dinámicas del sufrimiento o por lo menos de las mías particulares. Sobre todo me he dado cuenta de cómo hay diferentes maneras de estar enfermo, do como la enfermedad le puede postrar a uno pero que uno sigue teniendo cierta elección en cuanto a como vivir la enfermedad. Para empezar, se nota claramente la relación entre lo psíquico y lo somático: si, estando físicamente enfermo, no mantengo cierto nivel de presencia, se abre una brecha para que surja la patología emocional también. Tomo conciencia de la incapacidad física (“no puedo levantarme”, “no puedo trabajar”) pero en seguida se añade insidiosamente el juicio, la auto-crítica (“lo de siempre”, “eres débil”, “no vales”), las voces sirenas de la sombra que invitan al victimismo y al abatimiento.
Otras veces creo que he vivido la enfermedad más de este modo pero esta vez he podido estar más consciente de la tentación latente de la sombra y resistirme al colapso de la atención en el dolor. Sobre todo la noche que peor lo pasé descubrí que lo único que me aliviaba algo el dolor era intentar practicar la desidentifación de modo meditativo: este dolor es mio pero yo no soy el dolor, la sensación de dolor surge pero yo no soy la sensación, tengo sentimientos de rabia, de hartazgo, pero no soy mis sentimientos – así y volviendo siempre a la respiración por momentos me calmaba.
En estos últimos días, en los que ya me siento mejor y recupero un ritmo normal de vida, me doy cuenta de varias cosas. Primero me encuentro a veces simplemente disfrutando de la sensación de salud en el cuerpo, de todo lo que normalmente doy por hecho y que ahora siento como un gran regalo instante tras instante: ¡basta que te quitan algo para que te des cuenta de lo mucho que lo apreciabas! Y también me acuerdo del hecho de que los crises, tanto físicos como emocionales, son a la vez momentos de crecimiento y de aprendizaje. Imagino que es algo así al que se refiere Eckhart Tolle cuando habla del “cuerpo del dolor” y la importancia de entrar en contacto con él y con lo que tiene que enseñar en vez de sólo medicarse para escaparse de él (¡aunque medicarse también está bien!).
La primera noble verdad del Buda es la inevitabilidad del dolor, de la enfermedad, del envejecimiento y de la muerte pero esta verdad es el punto de partida hacia las otras verdades, del camino para ir más allá de la dinámica del deseo, rechazo e ignorancia en torno a esta verdad fundamental. Como dirían los existencialistas, son los encuentros con nuestra mortalidad que nos hacen entender profundamente el sentido y el valor de nuestras vidas. Asi que deseo un año de salud integral y consciente, en cuerpo, mente y alma, para ti, para los tuyos y para todos.
1 comentario:
Un saludo Stuart, gracias por compartir tu proceso de enfermedad.
He empezado a hacer la Terapia Corporal Integrativa, y siento estos días lo importante del cuerpo y lo biológico para integrar la vida.
Un abrazo
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