viernes, mayo 25, 2007

El espíritu del valle


La semana pasada fuimos Richard, Marta, Sol y yo a llevar un grupo de trabajo emocional con miembros de la Plataforma NATC. Fue en el Valle de Jerte, cerca de Cáceres, un escenario privilegiado para profundizar en las sombras y heridas de todos los que estábamos. Para los que hicimos el Training con Richard y Catherine Galbraith el año pasado suponía el punto final de una preparación minuciosa, llevada a cabo durante meses por todo nuestro círculo, y los tres que fuimos con Richard estábamos algo nerviosos ante el inicio del taller. Pero una vez comenzado fluyó todo de un modo natural y orgánico, sobre todo porque las personas del NATC que hicieron el trabajo se prestaron a todo lo que les proponíamos con energía y entrega. Llevamos Sol, Marta y yo los procesos (como la meditación dinámica, exploración de la vergüenza, micro-movimiento, profundización en los cinco sentidos, etc.) y el trabajo sobre el cuento (usamos un cuento japonés precioso, El Oso de la Luna Creciente, como hilo conductor del trabajo), mientras que Richard llevaba el trabajo de círculo, con nuestro apoyo. Para la mayoría de los participantes fue la primera vez que hicieron un trabajo profundo de ese tipo y para mi una de las cosas que más me ha impactado de la experiencia ha sido ver como el contacto con la herida, con intención sanadora, dio lugar a un sentido de hermandad reflejada en la expresión luminosa en las caras de todos los que terminamos en el círculo del último día.

En El Oso de la Luna Creciente, que se encuentra en el libro Mujeres Que Corren Con Lobos de Clarissa Pinkola Estes, una mujer recurre a la curandera del pueblo para pedir ayuda, ya que su marido ha vuelto de la guerra amargado e intratable. La curandera le dice que le puede ayudar pero que primero la mujer tiene que subir la montaña y conseguir un pelo de la garganta del oso de la luna creciente. Para conseguirlo la mujer tiene que lidiar toda suerte de obstáculos, rocas, flores espinosas, tormentas, frío y fantasmas del pasado y finalmente el temible oso pero ante todo lo que se encuentra, logra mantener el buen ánimo y la calma, e incluso da las gracias, cada vez que supera un obstáculo, entonando un canto sagrado de agradecimiento, el Arigato Zaïsho. En este taller, he podido ver en el trabajo de los demás y en mi propio proceso interno algo de la magia alquímica que surge cuando somos capaces de transformar el sufrimiento en crecimiento, como si la herida de cada uno, lejos de ser una maldición, fuera en realidad la bendición disfrazada que hace de fuerza motriz en el camino de vuelta hacia el Ser. En ese camino, la montaña y el valle sirven de metáforas potentes: por un lado representan la necesidad de atravesar la sombra para quienes aspiran hacia la luz. Y por otro representan también el reto de la subida, el rito iniciático del encuentro con las emociones destructivas y luego la bajada de vuelta a la realidad cotidiana con nuevos conocimientos y nuevas fuerzas. Eso es lo que significa para mí el espíritu del valle de Jerte. ¡Arigato Zaïsho!

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