El retiro de meditación que concluyó el sábado fue una experiencia preciosa. Me ha permitido conectar de nuevo con las bases de la meditación sentada que (¿ya? ¿sólo?) llevo 10 años practicando. Hemos estado sentado unas 6 horas al día, más meditación caminando, chi kung y dharma (enseñanza) diario. Las enseñanzas han tratado en primer lugar de la práctica de atención continua sobre el cuerpo, las sensaciones, la mente y los contenidos mentales y los estados mentales u obstáculos a la práctica. ¡La teoría es de una sencillez de lo más elegante: la aplicación de lo más complicada! En cuanto a mi, lo primero que mi di cuenta al empezar el retiro era de mi necesidad de quererme a través de mi práctica, de no machacarme ni mental, ni emocional ni físicamente. Es decir, decidí que era importante aceptarme a mi mismo y a los estados pasajeros que notaba (sensaciones, emociones, pensamientos), observando con compasión incluso a la voz crítica y negativa interna que me ha acompañado en otros retiros (“ves como no aguantas el dolor”, “hoy te levantas cansado, ya se ha fastidiado el día”, “¿cuanto falta para que esto se acabe?”) pero sin cederle el terreno.
Creo que lo que ha contribuido a que este enfoque más amoroso y compasivo haya surgido en mí estos días es en primer lugar la manera de ser de Dhiravamsa, quien ha dirigido el retiro. En su enseñanza y en su silencio se percibe una bondad amorosa (loving kindness) y energía de corazón que es el contrapunto esencial a la sabiduría del dharma que se expresa a través de él. Ejerce su papel de una manera sutil, sin ninguna necesidad de querer destacar, viviendo el liderazgo como un servicio que prestar, no tanto como Maestro sino como Tathagatha: “Buda siempre decía ‘Teneis que trabajar vosotros, el Tathagatha sólo os despeja el camino’.” (La Vía del No Apego, ps.127-8). Así enseña la necesidad de que cada uno desarrolle por si mismo la atención continua, con compasión, paciencia pero también perseverancia para ir alcanzando cada vez más la presencia en el Ser que surge de la visión intuitiva: “La misión real del maestro es […] inspirar esta búsqueda y animar a la gente a seguirla y afrontar cualquier dificultad. La visión profunda nacerá y lo clarificará todo. Si permanecemos atentos a todo aprendemos en cada instante, sin necesidad de depender de un maestro. Cuando hemos aprendido totalmente, debemos convertirnos en ignorantes y la tarea habrá finalizado.” (idem, p.131)Otra parte de la enseñanza y de la práctica de estos días ha tratado del inconsciente y de los sueños. Hemos empleado conceptos de la psicología jungiana (imagen-alma, animus/anima, el Si-mismo o el Ser, la sombra etc) no como fin teórico en si sino como medio para profundizar en la sanación e ir integrando los niveles consciente e inconsciente de nuestro ser, a través de la visualización y el trabajo en grupo y en pareja con los sueños. En otra entrada comento más, pero salí del retiro con la sensación de haber aligerado lastre y de haber trabajado con aspectos importantes de mi sombra y de mi historia personal de un modo muy sanador. Esto lo he sentido profundamente en la última meditación, de metta, en la que uno permite surgir el amor en el centro de corazón para luego ir enviándolo hacia personas queridas primero, luego hacia otras personas conocidas y finalmente hacia todos los seres. Por lo cual, al final con lo que me quedo (recordando las palabras de la amiga que cité en la última entrada y con quien me tropecé - ¡literalmente! – en el monasterio) es con una sensación tranquila de amor y agradecimiento – hacia Sobrado, con toda su buena energía, hacia los monjes que nos atendieron, hacia los compañeros de práctica y hacia nuestro querido Dhiravamsa.
1 comentario:
La práctica de la atención también fue para mi un precioso descubrimiento, quizás el primero que me permitió llevar la práctica más allá del zafu. La atención es una espada que debemos afilar continuamente, usándola, buscando sus límites (no creo que los tenga). Más allá de la atención alo material, a lo percibido por los sentidos, resulta esclarecedor profundizar el la atención al propio hecho de atender. O la acción de recordar y recordar, antes del propio nacimiento, hasta que el recuerdo se vuelve olvido. Sobre este tema un día escribí unas líneas
Escuchemos nuestra auténtica voz.
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