Hace una semana hicimos un encuentro entre miembros de los dos grupos del Galbraith Training (el del año pasado en el que participé yo y el de este año). Nos tocó a mí y a mi amiga Ana llevar el círculo por la mañana, mientras que por la tarde Natalia, Myriam y Nieves nos guiaron en un proceso precioso (dedicaré otra entrada a este proceso). El encuentro fue una experiencia enriquecedora para mí y también un reto. Por un lado sentía que era importante que los dos grupos tuviesen algún tipo de encuentro y además de un modo autónomo, sin tener que estar a la espera de una convocatoria de Richard y Catherine. Por otro lado mis dudas en cuanto a mi capacidad para liderar un círculo - que me salían mediante voces internas diciéndome: “No vamos a hacer algo a la altura de lo que hacen Richard y Catherine” o “No hay suficiente energía para una reunión” - casi me echan para atrás. Sin embargo sentí que si no seguía adelante con la propuesta supondría una rendición a la inercia, a la contracción y al miedo.
He experimentado una curva de aprendizaje pronunciada en torno al asunto del liderazgo (entendiendo ‘líder’ en un sentido amplio, no como identidad fija sino como el papel que desempeñamos en contextos determinados en tanto que ‘otro significativo’, sea padre, profesor, médico, o terapeuta). Este tema era, a mi entender, uno de los pilares de la formación en trabajo personal que hemos hecho. Siento que durante muchos años liderar para mí significaba ponerme una máscara (por ejemplo, de profesor) detrás de la cual esconderme para ‘hacer de líder’. Esto además es algo que en principio parece funcionar, por la tendencia inconsciente que tenemos muchas veces de proyectar nuestra propia fuerza en el que hace de líder. Sin embargo, la experiencia me ha demostrado que es una manera poco fiable de actuar, con mucha inversión egoica para tapar aspectos de sombra (miedos, carencias …) que al final pueden acabar saboteando incluso el proyecto más luminoso en sí.
Así que la curva de aprendizaje en cuyos principios me encuentro en cuanto al liderazgo consiste en darme cuenta de dos cosas. Primero es la necesidad de liderar desde la plena conciencia de mi propia herida, y de tomar conciencia de cómo mi herida es el motor detrás de mi impulso en el mundo. Esto permite dejar de esconderme detrás de una máscara protectora de ‘líder’, centrado en la evolución de los demás pero haciendo caso omiso de mis propias contradicciones. Con esto no me refiero a liderar desde la debilidad sino desde la fuerza que surge al conectar con nuestra herida, algo parecido a la energía liberada por la fisión nuclear.
El otro aspecto del liderazgo que me ha surgido es la idea de que liderar en realidad no es otra cosa que servir. Esta es una idea que se encuentra en el Tao Te Ching (capítulo 17), en el Nuevo Testamento (Marcos 10:42-44), o en El juego de los abalorios (Hermann Hesse), donde el personaje principal (que se apellida Knecht o ‘criado’ en alemán) se da cuenta de cómo el avance en la jerarquía del Orden implica también cada vez más servicio hacia los demás. Más recientemente ha desarrollado la idea Robert Greenleaf con su concepto de liderazgo servicial.
Si estar presente con la herida me permite saber de dónde viene la energía del impulso de liderar, la conciencia del liderazgo como servicio me hace ver hacia donde se dirige esa energía: es una energía que se canaliza a través de la persona a quien le toca hacer de líder en un momento dado, algo que no le pertenece y que no sirve para fortalecer su proyecto de identidad sino que está destinada a contribuir al bien de todos los seres. Puede que este tipo de enfoque nos permita ir más allá del tópico de que “el poder corrompe” para ir hacia una práctica de liderazgo consciente, comprensivo y compasivo en el mundo. ¡Ojalá!
He experimentado una curva de aprendizaje pronunciada en torno al asunto del liderazgo (entendiendo ‘líder’ en un sentido amplio, no como identidad fija sino como el papel que desempeñamos en contextos determinados en tanto que ‘otro significativo’, sea padre, profesor, médico, o terapeuta). Este tema era, a mi entender, uno de los pilares de la formación en trabajo personal que hemos hecho. Siento que durante muchos años liderar para mí significaba ponerme una máscara (por ejemplo, de profesor) detrás de la cual esconderme para ‘hacer de líder’. Esto además es algo que en principio parece funcionar, por la tendencia inconsciente que tenemos muchas veces de proyectar nuestra propia fuerza en el que hace de líder. Sin embargo, la experiencia me ha demostrado que es una manera poco fiable de actuar, con mucha inversión egoica para tapar aspectos de sombra (miedos, carencias …) que al final pueden acabar saboteando incluso el proyecto más luminoso en sí.
Así que la curva de aprendizaje en cuyos principios me encuentro en cuanto al liderazgo consiste en darme cuenta de dos cosas. Primero es la necesidad de liderar desde la plena conciencia de mi propia herida, y de tomar conciencia de cómo mi herida es el motor detrás de mi impulso en el mundo. Esto permite dejar de esconderme detrás de una máscara protectora de ‘líder’, centrado en la evolución de los demás pero haciendo caso omiso de mis propias contradicciones. Con esto no me refiero a liderar desde la debilidad sino desde la fuerza que surge al conectar con nuestra herida, algo parecido a la energía liberada por la fisión nuclear.
El otro aspecto del liderazgo que me ha surgido es la idea de que liderar en realidad no es otra cosa que servir. Esta es una idea que se encuentra en el Tao Te Ching (capítulo 17), en el Nuevo Testamento (Marcos 10:42-44), o en El juego de los abalorios (Hermann Hesse), donde el personaje principal (que se apellida Knecht o ‘criado’ en alemán) se da cuenta de cómo el avance en la jerarquía del Orden implica también cada vez más servicio hacia los demás. Más recientemente ha desarrollado la idea Robert Greenleaf con su concepto de liderazgo servicial.
Si estar presente con la herida me permite saber de dónde viene la energía del impulso de liderar, la conciencia del liderazgo como servicio me hace ver hacia donde se dirige esa energía: es una energía que se canaliza a través de la persona a quien le toca hacer de líder en un momento dado, algo que no le pertenece y que no sirve para fortalecer su proyecto de identidad sino que está destinada a contribuir al bien de todos los seres. Puede que este tipo de enfoque nos permita ir más allá del tópico de que “el poder corrompe” para ir hacia una práctica de liderazgo consciente, comprensivo y compasivo en el mundo. ¡Ojalá!
2 comentarios:
Me parece muy importante lo que dices, Stu. Como líderes o como discípulos, creo fundamental estar íntegramente, con lo que aceptamos y lo que rechazamos de nosotros mismos, con nuestras presencias y nuestras ausencias. Así la herida puede convertirse en impulso, su destino natural.
Un abrazo
Muy interesante tu reflexion. La verdad es que la he encontrado por azar y ahora me parece un descubrimiento. Percibo la valentia de la honestidad. Me gustaria poner a esta cuestion de liderazgo servicial, el enfasis en la causa final. Para que? Quien es la subpersonalidad que motiva y anima a servir desde la posicion de lider? Es la herida el impulso? y si es hacia donde nos encamina? Que necesita que no ha sido satisfecho? Que es lo que trata de compensar? Una cuestion fundamental cuando hablamos de lider es para mi el tema del poder. Como estamos internamente en este asunto. Todavia culpamos al padre, a la sociedad, a los americanos, a la vil naturaleza humana, a dios...
Y tu para que quieres ser un lider servicial? Si os fijais al decirlo asi, se dulcifica, se torna amoroso, casi de hermanita superiora. Volvamos a preguntarnos y para que quiero ser lider? Espero honestamente que las respuestas vengan, con sus sensaciones y emociones... Uff, pienso que he de posicionarme a cierta distancia de la herida, no en su remolino de reacciones emocionales...Claro que tambien va a depender de otras cosas, algo muy importante es el grupo y su finalidad.
Un placer y un abrazo.
Juan C. Miguez
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