miércoles, noviembre 07, 2007

Grupo de hombres


La semana pasada estuve 5 días en un taller de trabajo emocional sobre la angustia y la sexualidad con un grupo de hombres, llevado por Richard Galbraith. Me supuso un doble reto, ya que no sólo estaba de apoyo (junto con mi amigo Carlos) sino que también era la primera vez que asistía a un grupo exclusivamente de hombres. En el camino hacia la Casa DharmaGaia iba pensando en la relación con mi padre adoptivo, ya fallecido, en mis años de instituto de sólo chicos y también en la "angustia ecológica" que me noto a veces, cuando tomo conciencia de los cambios que nos sobrevienen a nivel planetario.

Richard nos había preparado un taller basándose en un libro de Fritz Riemann sobre cuatro diferentes formas de angustia existencial que subyacen en la conciencia humana. Según el enfoque del taller, estas cuatro formas de angustia darían lugar a cuatro tipos de tendencia masculina (y las orientaciones sexuales asociadas con ellas) divididos a su vez en dos pares de opuestos o ejes. En el primer eje se encuentran en un extremo el hombre dependiente o complaciente (la angustia de soledad), cuya sexualidad se caracteriza por una entrega total y la consecuente pérdida de la propia individualidad, mientras en el otro extremo está el hombre solitario (angustia de la entrega), cuya sexualidad se reduce a un puro proceso funcional que no tiene en cuenta las necesidades de la pareja. En el segundo eje estaría el hombre obsesivo (angustia de lo transitorio), con una sexualidad marcada por el control de sí mismo y del otro frente al hombre impulsivo (angustia de la limitación) con una sexualidad intensa, apasionada y exigente.




De entrada tengo cierta reactividad ante las tipologías pero quedó claro que en realidad se trata de que todas estas formas co-existen en mayor o menor grado en todos nosotros, en vez de constituir etiquetas y tipos exclusivos. Además la angustia, en sus diferentes formas, no se entiende realmente como patología sino como el punto de partida hacia la sanación, la herida como motor impulsor del el crecimiento. En este sentido se entiende como la primera noble verdad del budismo, la del sufrimiento (dukka), o sea, la angustia esencial cuyo reconocimiento es el primer paso hacia las siguientes verdades y hacia la liberación.

Por mi parte, aunque no haya salido a trabajar en el círculo esta vez, si he sentido como la angustia o la ansiedad acechan en mi vida de diferentes modos, correspondiendo con las formas básicas que describe Riemann. Concretamente he vuelto a conectar con una sensación de vacío profundo, oscuro e inquietante que siento que me ha acompañado durante toda mi vida y de la que también siento que llevo toda la vida escapándome. Es como si el niño adoptado que está en el núcleo de mi historia personal se hubiese dedicado a perseguir lo femenino en las relaciones, impulsado por la angustia del abandono y rechazando a la vez aspectos de lo masculino. En el círculo la semana pasada, en la cercanía con 21 hombres, he sentido una integración de la parte saludable de la fuerza masculina en mí. También he sentido, no por primera vez en los últimos meses, lo importante que es mantenerme abierto y presente cuando la herida del vacío surge dentro de mí, como lo ha hecho en algún momento durante el taller. Ya no quiero salir corriendo hacia una nueva relación, hacia las drogas o hacia el escapismo en cuanto se asome la herida, no quiero olvidar, quiero recordar mi rostro original, de antes de nacer, para poder ir más allá del vacío oscuro hacia lo que se vislumbra al otro lado.

1 comentario:

Carlos Arias dijo...

Creo que has reflejado perfectamente lo que yo he vivido en el grupo de hombres. La herida y la luz; la elección libre entre la huida y la aceptación, como base para evolucionar en la vida.
Un abrazo.

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