Según el ruso Vladimir Propp, los cuentos de hadas tradicionales rusos tienen todos una estructura profunda común, con distintos elementos intercambiables que aparecen bajo distintas guisas, como pueden ser la separación inicial de la familia, la despedida del hogar, una carencia o una injusticia inicial, el momento de emprender un intento de restablecer el orden inicial perturbado, la lucha, el desenlace etc. También se puede extrapolar estructuras parecidas no sólo en cuentos de hadas de otras tradiciones sino también en las mitologías universales (como hace Joseph Campbell), en las peliculas de Hollywood o hasta en la vida de cada un*. Un elemento común es la figura del aliado, que se representa en los cuentos como un ser que aparece disfrazado de enano o de mujer mayor o de otro modo y que interpela al protagonista una o más veces. Según reacciona el protagonista, el aliado le entrega o no algún tipo de don mágico, la invisibilidad, el valor, el éxito… Pero la reacción del protagonista es fundamental: si este, por no reconocer su verdadera identidad como intermediario del más allá, desprecia al aliado, sigue su rumbo con las manos vacias y el viaje iniciático se trunca. Si por lo contrario, le devuelve un saludo amable o contesta educadamente a sus preguntas, permite que el aliado cumpla con su función y el protagonista sigue hacia delante en un su camino de transformación.
Del mismo modo en nuestras vidas cotidianas hemos de procurar reconocer los regalos que vienen a veces de las fuentes más insospechadas y no cerrarnos a las personas que quizás no surgen en nuestro camino de casualidad. Quizás la persona que más nos molesta o nos provoca tiene en realidad algo que enseñarnos, aunque nos parezca todo lo contrario. O quizás eres un profesor o un terapeuta y quieres ayudar a otra persona y es precisamente esa persona que te va a ayudar a ti. Algo así me pasó hace unas semanas cuando fui a un encuentro, en un contexto donde yo tenía cierto papel de guía o orientador que cumplir. Y conocí a una mujer allí, Alicia Elfau o ‘Alihada’ (¡!), que escribía y que leía las cartas a la gente. Hablé con ella, observé como trabajaba con las cartas y luego le pedí que me las leyera para mí también: me salieron tres cartas, gratitud por el pasado, respeto por el presente y meditación por el futuro. Al irse decubriendo las cartas me dieron escalofrios y me quedé encantado con la experiencia y feliz de haberme abierto a lo que ella me podía enseñar. Luego me pasó un libro que había escrito que contiene un cuento precioso precisamente sobre el encuentro de una mujer con una elfa, y como las dos aprenden a superar sus miedos gracias al encuentro. Si a alguien le interesa (y si a ti no te importa, Alicia), le puedo pasar una copia del cuento por email. ¡Gracias, Alihada!
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