.......................Fotografía de Kurt aka Spectre.....................
Estuve leyendo de nuevo un texto de James Hillman que me llamó mucho la atención hace unas semanas, “The Poetic Basis of Mind” (“La Base Poética de la Mente” en A Blue Fire, todavía no traducida al castellano, aunque otros muchos textos, como por ejemplo Re-Imaginar la Psicología, sí que existen en traducción). Lo difícil y a la vez estimulante de Hillman es el reto que lanza a la manera ordinaria de enfocar nuestra realidad psicológica, una modalidad condicionada por lo que Wilber llamaría la perspectiva de la ‘tierra chata’, el reduccionismo monológico a lo empírico, científico y objetivo que supone de algún modo la muerte del alma. El mismo acto de leer a Hillman es una manera de implicarse en lo que él llama ‘hacer alma’ (soul-making) que es como volver a la raíz imaginal de nuestra subjetividad, algo así como la fuente creativa de nuestro ser en el mundo.
Creo que esta lectura me llamó tanto la atención porque resuena con dos elementos importantes de mi vida en los últimos años. El primero es la línea terapéutica de Richard y Catherine que he experimentado durante este tiempo, digamos, cierta manera de salvaguardar la imagen, la emoción, la sensación y expresarlas sin reducirlas a conceptos, sin intelectualizar, lo cual sería el recurso por defecto que tendría mi ‘yo’ de toda la vida. El segundo es la línea teórica que tenía mi proyecto docente, que trataba sobre la enseñanza y aprendizaje del inglés a través de la literatura infantil y juvenil: el enfoque que le daba al proyecto era de buscar maneras de promover la imaginación radical y autónoma, frente a la imaginación vicaria y heterónoma, esta última la base (necesaria pero limitada) de nuestra socialización.
La imaginación radical, tal y como la planteó Cornelius Castoriadis, es la semilla que da lugar tanto a la psique individual como a la cultura humana colectiva, en el sentido que creamos y co-creamos nuestra realidad. Como tal representa una función esencial de nuestra humanidad de la que sin embargo nos olvidamos porque conferimos a esta realidad co-creada una condición de normalidad y de naturalidad, gobernadas por ‘leyes’, sean divinas, sociales, económicas, o de cualquier tipo, que constituyen de cierto modo una especie de chaqueta de fuerza cognitiva, el fruto de la imaginación vicaria, ese recrear inconsciente, instante tras instante, del acto creativo originario.
Otro autor que ha definido el pensamiento poético como una modalidad opuesta al pensamiento lógico y científico de la tierra chata es Jesús García Rodríguez que habla de “un pensamiento rebelde, irreductible y contrario a esos pensamientos imperantes, y [de] cómo, en última instancia, este pensamiento es, en cuanto que pretende pensar las cosas de manera distinta a como han sido pensadas, un elemento subversivo, creador y de enorme potencial en el seno de la naturaleza humana.” Así veía y veo yo el papel de la literatura en la educación y en la sociedad en general, algo así como una incitación a tomar conciencia de la imaginación radical que es nuestro auténtico patrimonio universal o, en palabras de Michel Tournier, “un contagio de la palabra creadora, una instigación del proceso inventivo del lector.” Así en la asignatura que exponía en mi proyecto, exploramos los estudiantes y yo maneras de usar la creatividad de otros en la literatura para ‘hacer salir’ (e-ducere) la creatividad propia. Y es este espíritu liberador y vivificante del re-encuentro con la imaginación radical que he vislumbrado en el texto de Hillman, un espíritu con el por lo demás aspiro a reconectar cada vez que escribo aquí.
Estuve leyendo de nuevo un texto de James Hillman que me llamó mucho la atención hace unas semanas, “The Poetic Basis of Mind” (“La Base Poética de la Mente” en A Blue Fire, todavía no traducida al castellano, aunque otros muchos textos, como por ejemplo Re-Imaginar la Psicología, sí que existen en traducción). Lo difícil y a la vez estimulante de Hillman es el reto que lanza a la manera ordinaria de enfocar nuestra realidad psicológica, una modalidad condicionada por lo que Wilber llamaría la perspectiva de la ‘tierra chata’, el reduccionismo monológico a lo empírico, científico y objetivo que supone de algún modo la muerte del alma. El mismo acto de leer a Hillman es una manera de implicarse en lo que él llama ‘hacer alma’ (soul-making) que es como volver a la raíz imaginal de nuestra subjetividad, algo así como la fuente creativa de nuestro ser en el mundo.
Creo que esta lectura me llamó tanto la atención porque resuena con dos elementos importantes de mi vida en los últimos años. El primero es la línea terapéutica de Richard y Catherine que he experimentado durante este tiempo, digamos, cierta manera de salvaguardar la imagen, la emoción, la sensación y expresarlas sin reducirlas a conceptos, sin intelectualizar, lo cual sería el recurso por defecto que tendría mi ‘yo’ de toda la vida. El segundo es la línea teórica que tenía mi proyecto docente, que trataba sobre la enseñanza y aprendizaje del inglés a través de la literatura infantil y juvenil: el enfoque que le daba al proyecto era de buscar maneras de promover la imaginación radical y autónoma, frente a la imaginación vicaria y heterónoma, esta última la base (necesaria pero limitada) de nuestra socialización.
La imaginación radical, tal y como la planteó Cornelius Castoriadis, es la semilla que da lugar tanto a la psique individual como a la cultura humana colectiva, en el sentido que creamos y co-creamos nuestra realidad. Como tal representa una función esencial de nuestra humanidad de la que sin embargo nos olvidamos porque conferimos a esta realidad co-creada una condición de normalidad y de naturalidad, gobernadas por ‘leyes’, sean divinas, sociales, económicas, o de cualquier tipo, que constituyen de cierto modo una especie de chaqueta de fuerza cognitiva, el fruto de la imaginación vicaria, ese recrear inconsciente, instante tras instante, del acto creativo originario.
Otro autor que ha definido el pensamiento poético como una modalidad opuesta al pensamiento lógico y científico de la tierra chata es Jesús García Rodríguez que habla de “un pensamiento rebelde, irreductible y contrario a esos pensamientos imperantes, y [de] cómo, en última instancia, este pensamiento es, en cuanto que pretende pensar las cosas de manera distinta a como han sido pensadas, un elemento subversivo, creador y de enorme potencial en el seno de la naturaleza humana.” Así veía y veo yo el papel de la literatura en la educación y en la sociedad en general, algo así como una incitación a tomar conciencia de la imaginación radical que es nuestro auténtico patrimonio universal o, en palabras de Michel Tournier, “un contagio de la palabra creadora, una instigación del proceso inventivo del lector.” Así en la asignatura que exponía en mi proyecto, exploramos los estudiantes y yo maneras de usar la creatividad de otros en la literatura para ‘hacer salir’ (e-ducere) la creatividad propia. Y es este espíritu liberador y vivificante del re-encuentro con la imaginación radical que he vislumbrado en el texto de Hillman, un espíritu con el por lo demás aspiro a reconectar cada vez que escribo aquí.
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