
El otro tipo es el silencio liberador con el que a veces se conecta en la meditación o en momentos de expansión, como las ‘experiencias punta’ de Maslow, cuando la mente se agota, los ritmos cerebrales se calman y sólo queda el ver, el atestiguar silencioso. Es el silencio de lo que Suzuki llama el sustrato dinámico de toda existencia, sobre el que Michael Washburn ha escrito también en The Ego and the Dynamic Ground. Es silencio atronador de sunyata, del vacío fértil del que todo el mundo manifiesto surge.
El puente entre un silencio y otro es la expresión, hablar, cantar, escribir cartas de amor, poesía o blogs, da igual, cualquier cosa que rompe las cadenas del silencio contraído. Es el dedo que señala la luna, las hojas de ruta que por lo contrario nos permiten expandirnos más allá del pequeño yo hacia nuestro auténtico Ser. Me ha gustado un poema de Rumi que me mandó un amigo, En el Arco de tu Mazo, que lo dice de un modo mucho más conciso y bello, insinuando lo inefable a través de la palabra creativa a la vez que reconociendo la humildad de nuestra expresión y de nuestros mapas ante el misterio.
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